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Molino del Batán

Un molino de agua es una estructura que usa una rueda o turbina hídrica para accionar un proceso mecánico. Al molino de agua que genera electricidad se le suele denominar planta hidroeléctrica.

Los molinos de agua son usados para moler el grano, para aserrar la madera y la piedra y para irrigar los canales mediante ruedas de acción hidráulica, aunque esto era más frecuente en siglos pasados.

Un molino de agua funciona desviando el agua desde un río hacia un pozo, generalmente a lo largo de un canal. La fuerza del agua empuja las aspas de la rueda, la cual hace rotar un eje que acciona a la maquinaria que tenga conectada. Tras hacer girar la rueda hidráulica, el agua sale del molino.

La torre del Molino del Batán fue una fortaleza de origen musulmán que el arqueólogo Manzano Martínez dató en una fecha indeterminada que se podría situar en torno a los siglos XII y XIII. Esta fortificación se encontraba situada en la pedanía murciana de Zarandona, a unos dos kilómetros y medio del núcleo urbano de la ciudad. Estaba por tanto en plena huerta, en un estratégico lugar donde el Camino Viejo de Monteagudo cruza el Azarbe Mayor del Norte. Su situación convertía a esta torre en un relevante punto defensivo de los espacios hortícolas murcianos.

No se han detectado restos superficiales, ni arquitectónicos, ni cerámicos, que permitan plantear la existencia de hábitat en el paraje con anterioridad a la época musulmana. Por lo tanto, este edificio de labor tendría origen bajomedieval cristiano. Así aparece en la documentación detectada por los investigadores en el Azarbe de Monteagudo en 1428, quizá origen remoto del que hoy existe, reconstruido en época moderna tal vez ya como molino harinero y en uso hasta no hace mucho tiempo. Consta de dos piedras movidas por la fuerza del agua del azarbe Mayor del Norte.

Los restos de la fortificación corresponden a una torre de planta cuadrada de 12 m. de lado y 144 de superficie construida en tapial de argamasa de cal. La construcción de la torre, dada su ubicación en llano y escasas posibilidades estratégicas, debe relacionarse más con la propia estructuración del poblamiento musulmán que con una finalidad de tipo estrictamente militar. En este sentido, conocemos bien la existencia durante época islámica de numerosas torres, tanto de alquería como de reales, siendo esta de reales, de carácter privado y formando parte del edificio principal de la explotación. En 1988 por amenazas de ruina, la torre del Molino del Batán fue demolida.

Al Sur de la torre del Batán se extiende todavía una amplia zona de terreno baldío poblado por una densa vegetación arbustiva que contrasta fuertemente con el terreno restante dedicado al cultivo de frutales y cítricos y que, tal vez, pudiera interpretarse como vestigio de un antiguo almarjal.

El edificio, utilizado ya en época reciente, primero, como casona huertana y, después, como almacén, se encontraba hasta hace muy pocos años en un aceptable estado de conservación, según se desprende de la documentación arqueológica y fotográfica efectuada en 1986 por el Centro Municipal de Arqueología de Murcia con motivo de la elaboración de la Carta Arqueológica del Municipio, manteniendo todavía entonces, una altura en torno a los 7m. Sin embargo, y pese a su catalogación, la torre ha sido con posterioridad destruida, utilizándose en la actualidad como corral y garaje de la vivienda contigua.

La fuerte expansión urbanística experimentada por la ciudad de Murcia hacia el Norte con un uso de tipo residencial, exigen una actuación urgente destinada a dotar al monumento y su entorno de un plan especial de protección lo más rápidamente posible que permita preservar los restos que aún se conservan.

El Molino del Batán está catalogado como Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español. Con una protección de grado 2 por su interés etnológico y testimonial, al ser uno de los pocos ejemplares que quedan en pie sobre las acequias de la huerta. La estructura que sustenta el edificio y las fachadas deben protegerse, así como sus elementos decorativos y ornamentales. El entorno del Molino es hoy fantasmagórico, rodeado de montañas de escombros y basura. 

En 2016, con 150.000 euros, se pretende conservar y restaurar el molino del Batán, en el Camino Viejo de Monteagudo, Zarandona. Aunque en este caso es de titularidad privada, pero el Consistorio negociará con el propietario su permuta con edificabilidad dentro del plan parcial. Serán los propietarios de ese plan los que deberán ejecutar el jardín de 4.200 metros cuadrados que rodea el bien. El Ayuntamiento intervendrá también en la restauración de la torre árabe del siglo XII y en el puente del siglo XVII, aledaño al molino y sepultado actualmente por abundante maleza.

En los últimos cien años, los molinos hidráulicos de la ciudad de Murcia mantuvieron una dura competencia con las fábricas de harinas, que se prodigaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La tecnología de los molinos, más atrasada, tenía sus días contados. Solamente la fuente de energía hidráulica, más barata, pudo competir con aquella de las fábricas de harinas, lo que le permitió, a un costo inferior, ofrecer una harina más económica, aunque algo peor de calidad que la de las nuevas máquinas de vapor y eléctricas. La calidad inferior de la harina de los molinos de agua los especializó, desde entonces, hacia los cereales no panificables y sobre todo a la alimentación del ganado en forma de pienso o la molienda del pimentón. Los costes de los molinos estaban sólo en su mantenimiento y no en el costo de la fuente de energía, es decir, la energía hidráulica, por lo que en esos cien años siguientes y últimos reaparecieron en momentos de crisis por la energía importada. Por otra parte, se beneficiaron de los avances de la II Revolución Industrial. Sus piezas se construyeron todas de bronce o hierro al bajar este último metal de precio, y su mantenimiento fue más barato. La competencia y aparición de las nuevas máquinas propiciarán un trágico e inexorable destino para los molinos de agua. Y tras él, el mismo oficio de molinero hidráulico, que prestó un servicio de siglos a la comunidad, se perderá también

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